Los granos de polen son las células sexuales masculinas de las plantas con flores. Se forman en el interior de los estambres y, una vez maduros, son liberados. Su función biológica es alcanzar la parte femenina de una flor de su misma especie y hacer posible la fecundación de la ovocélula. En algunas especies (plantas autógamas) el polen puede realizar su función en la misma flor o en la misma planta que lo ha formado, pero en la inmensa mayoría de las especies (plantas alógamas) el polen sólo resulta viable si alcanza una ovocélula de otra planta de su misma especie. El traslado del polen desde el órgano donde se ha formado hasta la parte femenina de la flor se conoce con el nombre de polinización y puede efectuarse de maneras diversas, que son características para cada especie. En nuestras latitudes, los casos más frecuentes de polinización son por anemofília, con el viento como medio de arrastre y diseminación de los granos de polen, y por entomofília, cuando la polinización corre a cargo de insectos (abejas, mariposas, escarabajos, etc).
El proceso de la polinización requiere que los pólenes sean células especialmente resistentes, ya que se ven sometidos a condiciones ambientales adversas que podrían provocar el colapso y desecación de los componentes celulares, alterándolos y haciendo el polen inviable. Como adaptación a ello, los pólenes están recubiertos por una pared de notable resistencia llamada exina. Está constituida por uno de los materiales más inalterables de la naturaleza, la esporopolenina, muy resistente a ácidos y bases y no afectado por las variaciones térmicas habituales en la naturaleza.
Como cualquier célula, los pólenes se caracterizan por su tamaño y su forma. Pero en el caso de los granos de polen, hay otras características que los describen, como son la estructura y la escultura (ornamentación) de su exina y las aperturas que pueden presentar, de las que debe observarse el tipo (poros, colpos, la combinación de ambos o su ausencia), el número y la disposición en la superficie del grano. Las figuras 1, 2 y 3 resumen las características generales que permiten diferenciar los granos de polen.
El conjunto de las características de un polen es constante para cada planta y hace posible identificar con más o menos precisión de qué taxon procede el polen. Es necesario el uso de la palabra taxon (que designa cualquier unidad de determinación dentro de un sistema jerárquico de categorías) porque no siempre puede identificarse de que especie procede el polen; en bastantes casos la precisión llega sólo al nivel de género (es decir, a un grupo de especies), familia (es decir, a un grupo de géneros), o incluso a un grupo de familias o categorías superiores.
Se llama Palinología al estudio de las esporas de las plantas y su dispersión y aplicaciones (1). En esta definición, la palabra esporas se refiere tanto a granos de polen como a esporas de hongos, helechos y musgos. Nehemias Grew (1628-1711) fue uno de los primeros autores en hacer descripciones morfológicas de pólenes (2). Ya en el siglo XX, y especialmente a partir de los años 40, proliferaron los trabajos en que los autores sistematizaban las descripciones de pólenes y esporas y proponían claves para su identificación (3).
La identificación de los granos de polen se basa, como se ha dicho, en la combinación de algunas características, que se tratan, de manera muy esquemática, en las figuras 1, 2 y 3.
(1) Hyde HA. Pollen analysis and the museums. Museums journal, 1944; 44: 145-149.
(2) Pla J. Polen. Talleres gráficos D.C.P., Girona, 1961: 1-511.
(3) Belmonte J. Identificació, estudi i evolució anual del contingut pol·línic a l'atmosfera de Catalunya i Balears. Tesi Doctoral. Universitat Autònoma de Barcelona, 1988; 1: 11-14.